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La dramática experiencia de la Cabaña 14


Vale a pena ler este relato que a grande midia não  vai divulgar*

La cohesión entre los integrantes del Consejo de Zona de Defensa posibilitó la protección de más de cien personas en la pequeña habitación

EDUARDO PALOMARES CALDERÓN 

A su privilegiada altura, vista al horizonte y demás atributos, que la convierten en preferencia de los bañistas, la Cabaña No.14 de la Villa Playa Mar Verde, agregará ahora la dramática experiencia de más de cien personas, protegidas en ella de la furia con que el huracán Sandy penetró por ese sitio en tierra cubana.

EN SUS 120 EVACUADOS CONCENTRA TODA SU ATENCIÓN LA DOCTORA ELIZABETH MARTÍNEZ. 

Distante 15 kilómetros al este de Santiago de Cuba, allí se puso a prueba la validez de la cohesión que el sistema de Defensa Civil cubano precisa ante estos fenómenos entre los integrantes del Consejo de Defensa de Zona, en la sagrada misión de salvaguardar la vida de la población en cualquier punto del territorio nacional.

No pocos de los 444 residentes en la comunidad consideran que acostumbrados a la apacible vida del lugar y recurrentes amenazas de huracanes, la gente confiaba en que como en otras oportunidades volverían a tener un poco de viento, algunas olas y quizás mucha agua.

Por ello, pese a la complejidad del tiempo, la mayoría se entregó ese miércoles a sus tareas habituales, incluyendo a la delegada del Poder Popular, Esperanza Galindo Bravo, que temprano en la mañana se dispuso a tomar el ómnibus que la conduciría al trabajo en la Ciudad Heroica. 

Sin embargo, al agudizar la mirada hacia la cercana costa notó en el mar un extraño comportamiento, y mandada por su corazón pidió al chofer detener la marcha, para localizar de inmediato a Idel Pazo, presidente de la Zona de Defensa, al jefe del Sector de la PNR, Amaury Román Rodríguez, y otros compañeros, a quienes confiar su presentimiento.

EN EL OJO DEL HURACÁN

"A todos les dije que el ciclón pasaría por aquí, porque veía que el mar no era el de otros momentos, y nos dimos a la tarea de movilizar al personal de evacuación desde el Puesto de Mando, montado conjuntamente con la administración de la villa turística en la habitación 14, que está ubicada en la mayor altura", señala Galindo. 

"Como había suficiente espacio, para los que siempre protegemos por vivir en la duna de la playa —expresa el director de la villa, Miguel Cadórniga Madel—, ubicamos seis en otras dos cabañas, diez en la carpeta y recepción, o sea, sin hacinamiento alguno, y con todas las condiciones necesarias".

"Ya entrada la noche —relata Galindo—, escuché una intervención del presidente del Consejo de Defensa Provincial, compañero Lázaro Expósito, diciendo que el golpe sería muy duro, y pedí que trajéramos como fuese a todo el mundo, y bajo la lluvia y los vientos arreciando fuimos casa por casa sacando gente.

"No había tiempo para repartirlos y nos amontonábamos en el pequeño cuarto diseñado para un matrimonio, estábamos de pie, no había espacio para sentarse ni para moverse, escuchando el uno la respiración del otro, porque sumábamos más de cien en la habitación 14.

"Afuera reinaba un ruido aterrador, mi hija de 12 años me decía ‘mamita tengo miedo’, y realmente tenía deseos de llorar, pero el presidente de la Zona de Defensa me decía en susurros ‘ni una lágrima aquí, todos te están mirando, no puedes aflojar’.

"Parecía que el tiempo no pasaba en medio de una pesadilla interminable, hasta que súbitamente todo cesó y alguien gritó que estábamos en el centro del ojo del ciclón, que abrieran la puerta para mirar y coger aire".

Todos coinciden en que la noche se iluminó con estrellas muy brillantes en el cielo, la lluvia había cesado, la atmósfera enrarecida estaba en calma, al igual que el mar, como si fuera un extraño cuadro, hasta que el jefe del Sector de la PNR alertó que en momentos quizás vendría lo peor.

"Y no se equivocó, porque parecía que el mundo se acababa —confiesa Esperanza Galindo—, como se acabó para 44 casas destruidas por las olas, y otras decenas bien dañadas por los vientos, para los árboles arrancados de raíz, las cabañas y demás instalaciones más cercanas a la playa".

NI SIQUIERA UN RASGUÑO

"Aquí no podíamos permitir que el mar se llevara a un solo vecino —advierte la doctora Elizabeth Martínez Jiménez, médico de la familia y residente a escasos metros de la playa-—, y aunque dando tropezones en la oscuridad, bajo la lluvia, sacando fuerzas del pecho, protegimos a todos, excepto tres compañeros que desde casas aparentemente seguras montaban vigilancia.

"La realidad es que hasta esas viviendas se perdieron, pero se impuso la solidaridad entre ellos y se trasladaron a lugares donde al amanecer los encontramos sin un rasguño, como todos los protegidos. Solo tuve que asistir alguna hipertensión, asma bronquial y alteraciones nerviosas propias del momento".

En cabañas de la misma villa, actualmente permanecen evacuadas 120 personas que perdieron sus casas y la mayoría de las propiedades personales. En ellos, entre quienes se encuentran niños ya incorporados a sus clases, concentra la doctora Elizabeth Martínez toda su atención.

Tras el paso del ciclón, los propios residentes fueron los primeros en emprender las labores de recuperación de la villa, las pocas casas en pie, y la limpieza general, apoyados ahora por una brigada de constructores que cuentan con los medios requeridos para la dura tarea.

Al repasar aquellos instantes que jamás desearían volver a vivir, todos reconocen que la unidad prevaleciente entre el presidente de la Zona de defensa, la presidenta del Consejo Popular, el jefe del Sector, la delegada Esperanza, el director Miguel, y la doctora Elizabeth, preservó aquellas más de cien vidas en la Cabaña 14. 

Fonte: *NESCUBA Via E-mail

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